Al igual que antes de la crisis, en torno al 12% de las operaciones de cirugía estética en España corresponden a día de hoy a pacientes masculinos, a quienes, sin embargo, las dificultades económicas no les han hecho variar sus preferencias a la hora de someterse a una intervención.
Por el contrario, las mujeres, que suponen el 88% restante, sí han ido dando mayor prioridad, en los últimos años, a intervenciones de las denominadas «menores», es decir, las que conllevan cirugías menos invasivas, requieren de menos tiempo de postoperatorio y, lógicamente, tienen un coste inferior.
La liposucción es, precisamente, una de las intervenciones más demandadas por los hombres españoles, sobre todo para aquellas zonas en las que los acúmulos grasos se muestran más rebeldes a las dietas y el ejercicio físico, como el abdomen y los flancos o, en terminología popular, la «barriga cervecera» y «el flotador». Los acúmulos suelen tener, de hecho, un volumen que hace imprescindible la liposucción para lograr los objetivos estéticos perseguidos, ya que el resto de técnicas, como los ultrasonidos, la radiofrecuencia, la cavitación, la criolipolisis o el láser, consiguen reducciones del tejido adiposo muy pequeñas al destruir las células de grasa pero no succionarlas.
La sobrealimentación, unida a componentes hereditarios, también está detrás del recurso de muchos hombres a la liposucción para la eliminación de grasa bajo el mentón, la denominada «papada» o «doble mentón», que se considera como tal cuando éste forma una línea diagonal con el esternón en vez de un ángulo recto. La liposucción suele utilizarse, así mismo, en varones con sobrepeso en cuyas mamas se ha producido una acumulación de grasa, conocida como pseudoginecomastia por tener únicamente un componente estético y por oposición a la ginecomastia verdadera.
Este último término, procedente de la palabra griega usada para definir «mamas similares a las de la mujer», es el engrandecimiento de una o ambas glándulas mamarias en el hombre, generalmente por causas desconocidas aunque se asocie a veces al consumo de ciertas drogas o medicamentos y a algunos problemas médicos. Por ello, la intervención, realizada mediante una incisión junto a los pezones, persigue no sólo objetivos estéticos sino también de prevención del cáncer de mama. Consiste en la extracción quirúrgica de grasa y tejido glandular y, en casos extremos, de la piel sobrante, combinándose en ocasiones con una liposucción.
En general, uno de cada cuatro hombres españoles que recurre a la cirugía estética lo hace en busca de una liposucción, si bien la intervención más demandada, por casi el 60% de los pacientes, es la de cirugía facial y, dentro de ella, la de párpados y la de nariz. La primera, llamada blefaroplastia, es un procedimiento para extraer la grasa y el exceso de piel y músculo de los párpados. Realizada habitualmente con anestesia local, puede corregir la caída de los párpados superiores y las bolsas de los inferiores, características que envejecen al paciente, le dan un aspecto cansado y, en algunos casos, interfieren en su visión.
Un signo de envejecimiento adicional es el ocasionado por las ojeras, semicírculos oscuros debajo de las bolsas de los párpados inferiores. Se producen por la caída de los pómulos y las mejillas, que hace que el cráneo quede más marcado en esa zona, en lo que se conoce como un proceso de esqueletonización, y que la piel se oscurezca al perder consistencia. En tal caso, la solución pasa por extirpar las bolsas palpebrales, es decir, las bolsas de los párpados inferiores, e injertar grasa para disimular las ojeras. Otras opciones son la inyección de ácido hialurónico, que también favorece un aspecto más blanquecino al dar espesor a la zona, o el lifting vertical, que reposiciona anatómicamente las mejillas y los pómulos.