Los cuidados postoperatorios tras una operación de pechos
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La toxina botulínica es un relajante muscular que actúa sobre la acción de los músculos que provocan la formación de las arrugas. Su infiltración relaja la tensión muscular produciendo que se relajen los músculos y, por tanto, se corrijan las arrugas o líneas de expresión. Se trata de un material muy utilizado en diversos ámbitos de la Medicina por lo que es muy seguro si se aplica por las manos expertas de un médico estético cualificado.
La toxina botulínica se utiliza sobre todo para eliminar las arrugas dinámicas, es decir, aquellas producidas por la expresión gestual del rostro. La aplicación de toxina botulínica tiene como objetivo corregir las líneas de expresión de la zona del entrecejo, la frente y las patas de gallo de alrededor de los ojos.
La toxina botulínica se aplica en aquellas personas que tienen muy marcadas las arrugas dinámicas, es decir, las arrugas y líneas de expresión de la zona de la frente, el entrecejo y las patas de gallo. Estas arrugas son las que aparecen en el tercio superior del rostro y aportan a la cara un aspecto de envejecimiento, cansancio e incluso enfado. Este tratamiento puede aplicarse en personas de diversas edades aunque lo recomendable es que comience a aplicarse a partir de los 30 años tanto para corregir arrugas como para prevenir su aparición temprana.
El tratamiento con toxina botulínica ofrece muy buenos resultados proporcionando una mirada joven y expresiva al mismo tiempo, pero natural y sin arrugas. Los efectos del tratamiento se pueden observar de forma casi inmediata aunque se verán de forma definitiva a los pocos días tras la sesión. En cuanto a su duración aunque depende del tipo de piel y los hábitos de cada persona normalmente oscila entre los cuatro y los seis meses.
Equipo de Clinimagen
