El trastorno dismórfico corporal es un trastorno más frecuente de los que nos pensamos, y aunque según los datos afecta al 1% de la población, este porcentaje va en aumento. También es frecuente que haya personas que lo padezcan y que no lo sepan.
Suele aparecer en la adolescencia y habitualmente llega hasta la edad adulta. Es importante detectarlo para superarlo, sobre todo en la infancia y en la adolescencia para que no genere un desequilibrio emocional.
Las personas con este trastorno tienen una preocupación en demasía e injustificada por algún defecto físico que afecta a alguna parte de cuerpo (por ejemplo a los rasgos fáciles, a la forma de los brazos, las piernas, el tamaño de la cabeza, la forma de la nariz, las orejas…etc.).
Los síntomas del trastorno dismórfico corporal varían de persona a persona. Algunas personas evitan el contacto social, porque las pone ansiosas y las estresa. Otras personas se exponen al público, pero están constantemente nerviosas y acomplejadas. Quien padece de un trastorno dismórfico corporal esconde aquella parte de su físico que le preocupa, usando prendas de vestir gruesas, cambiando de postura o usando mucho maquillaje. El trastorno dismórfico corporal también puede hacer que la persona se compare con sus amigos, o con los famosos que aparecen en las revistas.